Reportaje para la revista AGUA MOJADA

octubre de 2024, Tigre, Buenos Aires, Argentina.

Primera parte

Agua Mojada : ¿Cómo escribió sus libros?

Miguel Ángel Alloggio: Las ideas para mis relatos llegaron de sueños, de hechos reales o de las dos cosas, que después se acompañaron de ficciones. La novelita Outland nació de un sueño, Agua reliquia de una serie de hechos reales y El tesoro del odio y Los encontrados, de sueños y de hechos reales. A medida que me recuerdo esas cosas al escribirlas, o para escribirlas, mi memoria las modifica y así surgen de ellas novelas o cuentos, puesto que con los cuentos pasa lo mismo. Tal vez escribir sea otro juego de la memoria, un artificio, una astucia, como el olvido. También es en mi caso otra manera de soñar o de realidad.

Recuerdo principalmente cuando escribí El tesoro del odio. A esa novela la hice de manera muy ordenada porque ya la tenía casi toda en mi cabeza; me ponía a escribir a eso de las 18hs, después de mi jornada de tapicero en mi taller, y escribía sin interrupción hasta las 23 o 24 hs. Al otro día, al abrir el fichero en la computadora, leía para saber dónde había quedado y no me acordaba haber escrito esas cosas. Entonces, sin buscar explicaciones retomaba la tarea de escribir. Fue después, cuando ya casi la había terminado y la releía para corregirla, que me di cuenta de que al escribirla había entrado en una realidad a caballo entre el sueño y la vigilia. Esa es creo la razón por la que escribo.

Hay gente que sueña y punto, yo no solamente sueño como todo el mundo, tengo además la necesidad de escribir para entrar en esa realidad entre sueño y vigilia para hacerlo, y si no lo hago es como si no hubiera soñado lo necesario, entonces, como si algo se acumulase, las ideas de cuentos, novelas o poemas me llegan como si tuviese la necesidad de pinchar el globo. Empiezo a pensar que soy un sonámbulo grafómano. Uno de mis hermanos se iba a dormir y en mitad de la noche se levantaba, caminaba en la oscuridad y se ponía a hablar contra la pared; al otro día no lo recordaba. A veces pienso que yo hago casi lo mismo: me distraigo o me voy a dormir, camino en la oscuridad y me pongo a hablar contra la hoja en blanco, al otro día no lo recuerdo, pero encuentro la hoja garabateada.

AM : En algún lado usted dijo que los poemas no nacen de la misma manera que las novelas o los cuentos. ¿Puede explicar por qué piensa eso?

MAA : Porque me parece que mis poemas no nacieron así, como las novelas o los cuentos. En mi caso, si lo recuerdo bien, cada vez que me senté a escribir poemas fue sin haberlos soñado o vivido antes, como si el acto de escribirlos hubiese precedido el de soñarlos o vivirlos; fue como si la necesidad de expresar de improviso algo me hubiese llevado a rápido tomar un lápiz para escribirlo. También me parece que en algunos casos me senté a escribir poemas para soñar o crear una realidad a propósito, pero con respecto a una idea o a algo que súbitamente había empezado a dar vueltas por mi cabeza. Es una especie de cesárea, si me disculpa la metáfora, un poco fuerte de café, como dicen algunos franceses.

AM : Eso que dice se parece mucho a la escritura automática de los surrealistas, ¿no?

MAA : Bup. No es eso que se parece a la escritura automática, es ésta que tuvo el toupet y la pretensión de ocupar su lugar en la tradición. Es una constante, reaccionaria y particular de la izquierda francesa de 1789, decidir que las cosas de antes estaban mal hechas y que es necesario volver a hacerlas según el dictado de una inteligencia superior porque es republicana y laica. Es también una revolución permanente donde, entre Robespierre, Breton, la french théory y mayo ‘68 la guillotina es tan sólo un “detalle de la historia”, un detalle que perpetúa su presencia en el cuadro. Esto, y la adoración que manifestaron siempre por el pedófilo criminal en serie que es Sade –lo llamaron Divino Marqués– son las cosas que más me asquearon del surrealismo y de una gran parte de la literatura francesa, donde ahora encuentro más de Pierre Ménard que de Cervantes, Borges o Schopenhauer.

Ya desde el comienzo de un poema, mi razón está activada, y a pesar de que lanzo, sin pensarlo mucho y sin censura, un gran número de imágenes, de metáforas y de frases mal hechas, después, al otro día o semana o mes o año o lustro o década, corrijo, armo, censuro, suprimo, agrego… Hace unas semanas, un amigo me envió una serie de poemas que yo había escrito en 1981, durante los tres meses que precedieron mi exilio. Los creía perdidos, pero se habían quedado “perdidos” en el fondo de la tapa de un LP de King Krimson, In the Wake of Poseidon, como si hubiesen deseado ser la metáfora del camino del Poseidon del disco. Los retomé, eliminé dos o tres y en los que quedaron corregí errores de juventud y otras tonterías (surrealistas). Eso me prueba dos cosas, 1: que se puede volver a esas cosas como se vuelve a los sueños que han engendrado las novelas, 2: que también son sueños y que si uno no los relata no son textos. Ergo, los poemas de escritura automática no corregidos tienen para mí la misma importancia que los sueños no escritos de Fulano, Mengano o incluso de Kafka o de otros tan grandes como él; porque si La Metamorfosis surgió de un sueño que tuvo el inmenso Kafka, lo que me interesa sobre todo es el texto que él hizo con eso después, no su sueño.

A los poemas los trabajo como a los cuentos o a las novelas, y creo que aún más porque son más cortos. Eso no tiene nada que ver con esa cosa defendida por el minusculito Breton y compañía. Para demoler la teoría de escritura automática podemos tomar el mejor poema de Breton, que es según pienso yo Union libre. Es evidente que a ese poema lo corrigió y lo trabajó muchísimo y que la escritura automática no puede hacer eso. Pienso que es una paradoja convulsiva contra ese hombre, la de encontrar lo único bueno que hizo surgido de una técnica que siempre dijo haber descartado, y refutar el resto de su obra con ese fruto que es bello. La palabra convulsiva, claro está, no la utilicé por azar, pues La beauté sera convulsive ou ne sera pas.

AM : ¿No le interesan los sueños de Kafka?

MAA : Sí, pero más me interesan los que Franz Kafka escribe después de haberlos tenido. Para ilustrar esto muy bien tomemos Amarcord (Ah, me recuerdo) de Federico Fellini. Es una ficción hecha con recuerdos suyos de su pueblo en Italia, Rimini. Ahora, lo que es más real que esos hechos del pasado es la película, lo demás era de él y con él se fue, ya no puede interesarme porque no está.  

AM : Volviendo a los cuentos y a las novelas. Al rato, antes de sentarnos para este pequeño diálogo, nos decía que Borges le dijo a Bioy Casares algo muy interesante; parecería que su manera de escribir está en relación con eso. ¿Qué le dijo?

MAA : Sí, lo recuerdo; Borges siempre tiene cosas interesantes y llenas de un humor de alto vuelo, sobre todo en lo que decía así nomás, charlando con los amigos. Hablando una vez con Adolfo Bioy Casares, le dijo Por ser la realidad un sueño, no es más real que un relato; y entre el relato posible, hijo de la inteligencia, y la realidad, hija del azar, prefiero el relato. Es así que yo considero que mis relatos, por ser hijos de la inteligencia, son más reales que las realidades o los sueños que los han provocado. No lo afirmo porque así lo hizo Borges, lo hago porque así me sucedió, es empírico.

A continuación, Borges, siempre hablando de esto con Bioy, le dijo El primer libro que leí de Mark Twain fue Adventurs of Huckleberry Finn, porque me gustaba y había influido en mí, y no Tom Sawyer, que no me gustaba y no me pareció estimulante, pero que, “por estupidez de la realidad” fue el primero que leí.

Ahí se ve que el relato o el recuerdo de un hecho, puede ser más real que la realidad, como lo es en el caso de esos dos libros de Mark Twain leídos por Borges: modificado el recuerdo por su memoria, el primero que leyó es el que prefirió porque le gustaba y había influido en él, y eso terminó siendo más real que la realidad, que esa realidad “torpe” que “por estupidez” le dijo que el primero que leyó fue el otro. Este es un ejemplo muy claro de imaginación razonada, como él mismo decía en otro lado, y del inmenso humor de Borges, claro. También es la prueba de que se puede desarmar la cronología y armarla de otra manera sin falsearla ni romperla. Ahora recuerdo algo que Schopenhauer dijo sobre la historia; se me hace que es de lo mismo que estamos hablando. Dijo que La historia es como un caleidoscopio, lo que cambia son las imágenes que vemos, jamás los pedacitos de vidrio que las forman.

AM : ¿No le parece que con eso se puede reescribir la historia?

MAA : No, con eso no. Los que mutilan la historia, los que rompen los pedacitos de vidrio del caleidoscopio con ensayos, análisis, artículos, papeles, informaciones… son los farsantes, siempre políticos, periodistas y “artistas”. Escritor o poeta no es eso; basta con que una persona tome la pluma y empiece a mentir, para con eso demostrar que no es ni escritor ni poeta, sino un embustero. Hay una gran diferencia entre mentira y ficción, y si quiere un ejemplo claro, está el de Louis-Ferdinand Céline –gran protegido de los inteligentotes franceses–, que nunca comprendió la diferencia entre esas dos cosas; seguramente porque no deseaba que la gente se enterase que lo mejor que escribió se lo copió a Joseph Conrad. Lo que más pone en evidencia la mentira es el pasado porque el pasado es indestructible.

Sostengo la hipótesis que, si el relato puede modificar el pasado, también puede modificar el futuro. Como para todo, hay en esto una paradoja, y en este caso es muy dichosa. La finalidad de la literatura no es falsear la verdad, que es la hija de la historia, es mejorar el porvenir, mejorar al hombre y a la sociedad quiero decir. Imaginar los sueños y los hechos de otra manera no significa esconder lo sucedido o destruirlo, es comprenderlos directamente de la fuente de la que han manado, es pensar a la manera de Platón, no a la de Aristóteles.

AM : ¿Podría desarrollar esa idea?

MAA : No sé si mi razón limitada y mi ignorancia me lo permitirán; trataré, pero si la pifio por favor no me linche. Platón defendía la hipótesis que el nombre, común o propio, siempre es la metáfora o el prototipo del lugar, del objeto o de la persona que lo lleva; Aristóteles se oponía a esa hipótesis. A mí me alegra la divergencia de esos dos sobre esa cuestión: pienso que ambos están en lo cierto. Platón pensaba como yo, con el sueño, la metáfora, el mito.., y Aristóteles con la razón, la lógica, la ciencia… Me parece que contemplar la historia con un pensamiento platónico puede revelarnos razones que están eclipsadas por la razón, y que hacerlo con el pensamiento aristotélico puede probarnos científicamente la razón de los eclipses. ¡Ja! Esa está buena. (risas) Es una manera de decir –sin decirlo– algo que soy incapaz de razonar; y de demostrar cuán platónico soy. (risas)

AM : Entiendo muy bien lo que quiere decir. Pero creo que hay pedazos de la historia que fueron borrados de los libros de historia. Como lo hace el Ministerio de la Verdad en el 1984 de George Orwells.

MAA : Sí, es cierto, desgraciadamente, eso es lo que hace aún el maldito Ministerio de la Verdad, que ahora está en Washington, en Davos y en Bruselas, como si la canallada de nuestra civilización occidental hubiera copiado la ficción de Orwells. Por suerte, actualmente gracias a Internet hay mucha gente honesta que difunde buena información y uno puede ir haciéndose una idea de lo que es cierto o no, de lo que ha sucedido o no; no olvidemos que el pasado es indestructible, lo que significa que observando en un lugar donde sabemos que está, siempre lo encontraremos escondido detrás de una mentira. Hay periodistas que ya son evidentes hasta lo patético, mienten tanto que cuando dicen cualquier cosa ya sé que es lo contrario. Un ejemplo fue cuando en la TV francesa decían que en Ucrania no había nazis, Usted no me lo va a creer, pero fue así que me enteré que en Ucrania hay más nazis que hinchas de Boca en la mitad más uno de los argentinos. Después, obvio, verifiqué y no me había equivocado. En Internet, decía, se ha creado un núcleo de gente que se expresa libremente y se halla unida por amor a la verdad. Yo sigo suizos, serbios, alemanes, húngaros, belgas, norteamericanos, italianos, ingleses, rusos, australianos, franceses… que trabajan contra la desinformación de manera muy eficaz y fraternal. Es una gran felicidad patriótica encontrar que ahora, a pesar de todas nuestras desgracias bien conocidas, en Argentina hay jóvenes nuestros que están a la altura de los mejores del mundo occidental.

Pero, como ya lo he dado a entender, hay que andar como quien camina sobre huevos, ahí en Internet, pues también concurren muchos hipócritas y aprovechadores. Con la verdad en el mundo pasa como con la escasez de alimentos durante las guerras, siempre surge un mercado negro donde los chantas te venden verdades de doble filo. Hay quienes hacen fortuna, que conocen el arte de afirmar grandes mentiras diciendo verdades y ganan buen dinero con eso; sionistas (en Francia hay un polaco que no lo puedo tragar) que debutaron en la juventud sarkozysta, nacionalistas chauvinistas, nostálgicos tanto de De Gaulle como de Pétain al mismo tiempo, agentes infiltrados por Washington, Van Der La Hiena, Schwab… En fin, usted ya sabe, Mezclao con Stavisky va Don Bosco y “La Mignón”, Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín… Es por eso que es necesario despabilarse, si no, te la hacen, como en esa frase de nuestro gran Adolfo Bioy Casares: Ante la imposibilidad de ver los gestos del prestidigitador se convierten en magia.

Sí, la historia que el sistema difunde está mutilada o torcida, con ella pasa lo mismo que con los libros de Roberto Arlt, uno adivina lo que quieren decir, el problema es que no lo dicen. Pero por Dios, no seamos tan malos con ese pobre progresista malevo mal instruido y precursor del peronismo; el pobrecito no te contaba las cosas que apenas se imaginaba porque era un desdichado analfabeto engreído que no sabía escribirlas. En cambio, los periodistas de los medios manipulados por los globalistas no te cuenten la verdad porque saben escribirlas.

Mi optimismo me lleva a pensar que no porque la hayan deformado que no está, la verdad que, no lo olvidemos, es la hija de la historia.

Para “Agua Mojada”

Laure-Cécile Roy

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